Qué bueno que haya gente
como Carmen, que en medio de las correrías del día a día y de las
responsabilidades laborales y familiares interminables, dedique el tiempo que
siempre falta a escribir un cuento. Un cuento, además, inspirado en la riqueza
de nuestra cultura ancestral. Un cuento que se cuenta con palabras y con
dibujos y colores recuperados de la
maravillosa y retadora naturaleza que da vida a nuestro territorio, y
también de la producción artística de las manos de abuelas y abuelos norteños.
Ellas y ellos durante generaciones contaron sus historias con los hermosos
objetos que hoy aun habitan bajo tierra y que también hoy albergan los estantes
y vitrinas de nuestros museos. En esos objetos se encuentran los personajes que Carmen ha decidido volvernos a presentar
a través de este cuento.
Estoy segura que este
hermoso y animado cuento acompañará no sólo a nuestros hijas e hijos, sobrinas
y sobrinos, nietas y nietos, sino a los del mundo entero que puedan conocerlo,
ya que en lo particular de nuestro arte originario peruano también se expresa
lo universal de lo humano: los compromisos entre los diversos seres que
habitamos este planeta, los pedidos y promesas que nos hacemos, las esperanzas
que tenemos, los miedos que conjuramos a través de los ritos y mitos, aquellos
que debemos recuperar, no solo como parte de nuestra identidad, sino como parte
de nuestra común esencia humana.
Ulla Holmquist Pachas
Arqueóloga-Museóloga nisqa
ÑAWPAQ PACHAPIM PERUPA
WICHAY LAMAR QUCHA PATANPI, HATUN
APU URQUPA PATANPIM, MOCHE
RUNAKUNAQA KAWSARQAKU
Hace mucho tiempo en la
costa norte del Perú, al pie de un gran cerro, vivían los Moche. (página 15 del
libro)
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